Por muchos años, especialmente en los departamentos de bomberos profesionales con turnos de 24 horas, el sueño interrumpido y la fatiga persistente han sido simplemente parte del trabajo. Los bomberos han seguido durante mucho tiempo horarios exigentes como el de 24 horas de trabajo por 48 de descanso o el horario Kelly, respondiendo con frecuencia a emergencias nocturnas, cumpliendo responsabilidades en la estación durante el día e incluso trabajando en empleos adicionales durante sus días libres. En los departamentos de bomberos voluntarios, la situación puede ser igual de demandante, muchos miembros responden a alarmas a cualquier hora, incluso después de una jornada completa en sus trabajos regulares.
Sin embargo, en las últimas dos décadas, estudios científicos en campos como la neurociencia y la salud ocupacional han revelado el profundo impacto que tiene la pérdida crónica de sueño en el rendimiento mental y físico. Se ha demostrado que la privación del sueño deteriora la memoria, la toma de decisiones, la coordinación motora y la capacidad para manejar el estrés, todas habilidades esenciales en el escenario de un incendio.
La Dra. Laura K. Barger, investigadora del sueño en la Facultad de Medicina de Harvard, ha señalado: “La privación del sueño en los bomberos no es solo una cuestión de calidad de vida. Afecta directamente su tiempo de reacción, juicio y capacidad para evaluar riesgos durante las operaciones de emergencia.”
Más allá del rendimiento, la privación del sueño se ha relacionado con una serie de problemas de salud graves. La pérdida de sueño a largo plazo y los trastornos del sueño no tratados están asociados con mayores riesgos de hipertensión, diabetes, depresión, obesidad, accidentes cerebrovasculares e infartos.
Fatiga y seguridad operativa
Numerosos estudios confirman que la fatiga tiene un impacto medible en la seguridad. Cuando los bomberos operan con poco o ningún sueño, sus tiempos de reacción pueden ralentizarse a niveles comparables con los de una persona con una concentración de alcohol en sangre entre 0.05% y 0.1% después de haber estado despierta entre 17 y 24 horas. En ese estado, la toma de decisiones se vuelve poco confiable, especialmente bajo estrés. Los bomberos pueden tener dificultades para reconocer peligros, seguir el desarrollo de las condiciones o comunicarse eficazmente por radio. Los accidentes que involucran vehículos de bomberos tienden a aumentar en las primeras horas de la mañana, cuando la alerta mental está en su punto más bajo.
Un estudio importante, publicado en el Journal of Occupational and Environmental Medicine en 2016, encontró que los bomberos con mala calidad de sueño tenían más del doble de probabilidades de lesionarse mientras estaban de servicio. En reconocimiento de estos hallazgos, el estándar NFPA 1500 de la Asociación Nacional de Protección contra Incendios (NFPA, por sus siglas en inglés) enfatiza la importancia del sueño como parte de la preparación operativa. También alienta a los departamentos a desarrollar programas formales de gestión de la fatiga.
El sueño y el juicio en el escenario del incendio
Operar en entornos de alto riesgo y de rápida evolución requiere juicio agudo y agilidad mental. En el lugar del incendio, los bomberos deben tomar decisiones rápidas mientras evalúan peligros impredecibles. Cuando una persona está privada de sueño, su cerebro tiene dificultades para bloquear distracciones, seguir los protocolos bajo presión y adaptarse a cambios inesperados en las condiciones.
El Dr. Charles Czeisler, jefe de la División de Medicina del Sueño del Hospital Brigham and Women’s, ha señalado que la pérdida de sueño deteriora la corteza prefrontal, la región del cerebro responsable de la toma de decisiones complejas. Advierte que la fatiga aumenta el riesgo de que los oficiales pasen por alto indicadores clave del comportamiento del fuego, retrasen órdenes de evacuación o comuniquen de forma incorrecta tácticas críticas.
Hacia estrategias más inteligentes
En respuesta a este creciente cuerpo de investigaciones, muchos departamentos de bomberos han comenzado a adoptar estrategias para gestionar la fatiga de manera más efectiva. Estos esfuerzos incluyen limitar los turnos consecutivos de 24 horas, asegurar un tiempo adecuado de recuperación entre llamadas, permitir siestas cuando sea posible e incluir educación sobre el sueño en los programas de formación para bomberos. Algunos departamentos también han comenzado a utilizar tecnología para monitorear la alerta durante despliegues prolongados, como en incendios forestales.
Organizaciones como la Asociación Internacional de Jefes de Bomberos (IAFC, por sus siglas en inglés) y el Consejo Nacional de Bomberos Voluntarios (NVFC) también están promoviendo el cambio. Recomiendan que los departamentos realicen evaluaciones de riesgo por fatiga y diseñen políticas e instalaciones que respalden hábitos de sueño saludables, desde la rotación de turnos hasta dormitorios silenciosos.
José Musse
New York City