Sunday, August 10, 2025

What Fire Officers Can Learn from Captain Jean-Luc Picard

When we look at the commanding presence of Captain Jean-Luc Picard in Star Trek: The Next Generation, it becomes clear that his way of leading was not just for science fiction. His approach offers enduring lessons for leadership in high-risk, real-world professions like firefighting. Picard’s career in Starfleet was built on ethical integrity and moral courage. In the episode Measure of a Man, he defends the rights of his android officer, Data, standing firm for principle over expedience. In firefighting, the same values apply. Ethical leaders inspire long-term trust, strengthen their crews, and enhance public confidence. Transparent accountability and formal ethics training help departments uphold these values.

Picard was known for calm decision-making under pressure. He famously said, “It is possible to commit no mistakes and still lose. That is not a weakness; that is life.” This mindset is crucial in firefighting where conditions are volatile, outcomes are uncertain, and mistakes can be fatal. Officers who keep their composure and base actions on sound assessment set the tone for safety and efficiency. His ability to empower and develop his crew was another hallmark. In “The Ensigns of Command,” he challenged Data with complex negotiations, encouraging him to grow through responsibility. Fire officers can follow this example by creating mentorship opportunities, giving less experienced members chances to lead in controlled situations, and fostering an environment where professional growth is a shared goal.

Honesty was at the core of Picard’s leadership. In The First Duty, he tells a young officer, “The first duty of every Starfleet officer is to the truth.” For the fire service, truth in after-action reports, open debriefings, and accurate communication are essential for safety and trust. Picard also knew that leadership required adaptability. “There can be no justice so long as laws are absolute,” he said, recognizing the need for judgment in applying rules. Similarly, firefighting leaders must follow standard procedures while adapting to evolving conditions on the ground.

Picard was never afraid to admit when he needed help, even turning to his adversary Q during the Borg crisis. In firefighting, recognizing limits and calling for mutual aid is a sign of wisdom, not weakness. His inclusive command style meant he actively listened to his senior staff, valuing even dissenting views, which parallels the benefit of considering diverse perspectives in fireground strategy.

Beyond tactical skill, Picard balanced strength with humility and took reflective moments amid chaos, often with his signature “Tea, Earl Grey, hot.” In the fire service, short rituals such as quick mental resets or brief team huddles can help maintain clarity in high-stress situations.

Captain Jean-Luc Picard’s leadership embodies ethics, adaptability, mentorship, humility, and the courage to face complexity head-on. These qualities, when applied to modern firefighting, create leaders who inspire trust, nurture skill, and guide their crews through both the predictable and the unexpected. His fictional voyages remind us that great leadership, in space or on the fireground, is not about power but about service, responsibility, and the pursuit of truth.

José Musse, Director of Fire Training Center of Peru

New York City

DESASTRES.org

*The Fire Training Center of Peru (Centro de Entrenamiento de Bomberos Profesionales) is an independent, privately operated organization with no affiliation to the Peruvian government or any official fire service.

¿Quién es tu Omayra Sánchez?

Últimamente, he comenzado mis conferencias sobre preparación para emergencias haciendo una pregunta al público: ¿Quién es tu Omayra Sánchez?

En 1985, Omayra Sánchez, una niña de 13 años, murió tras quedar atrapada bajo los escombros provocados por la erupción del volcán Nevado del Ruiz en Colombia. Permaneció tres días sumergida en el agua, inmovilizada, mientras los rescatistas no lograban salvarla por falta de equipo adecuado. Su agonía fue transmitida en todo el mundo, convirtiéndose en un símbolo desgarrador de tragedia y del fracaso gubernamental, especialmente por no haber actuado ante las alertas tempranas del volcán. Muchos, incluyéndome, vimos en vivo las transmisiones mientras helicópteros sobrevolaban y llegaban expertos en rescate y bomberos. Sin embargo, al final, Omayra murió ante los ojos de millones de personas en transmisiones nacionales e internacionales.

Desde entonces, Omayra Sánchez se ha convertido en un símbolo de lo que ocurre cuando las organizaciones de rescate no logran proteger a sus ciudadanos. Su historia es un doloroso recordatorio de las consecuencias de estar desprevenidos. Las lecciones que extraemos de su muerte subrayan la necesidad urgente de capacitación, preparación y del equipo adecuado para todos aquellos que no quieren tener una tragedia similar en sus manos.

En la década de 1980, un poderoso terremoto sacudió el norte de Armenia, entonces parte de la Unión Soviética, devastando ciudades como Spitak y lo que hoy es Gyumri. En cuestión de segundos, edificios enteros colapsaron. Alrededor de 25,000 personas murieron, más de 15,000 resultaron heridas y aproximadamente 500,000 quedaron sin hogar. Hospitales, escuelas y fábricas quedaron reducidos a escombros. La magnitud del desastre sobrepasó la capacidad de respuesta de los servicios soviéticos de emergencia y provocó un raro momento de apertura durante la Guerra Fría, cuando países tanto del Este como del Oeste ofrecieron ayuda.

Lo que más llamó la atención, sin embargo, fue la vergüenza que sintieron las autoridades rusas al ver llegar equipos de rescate de Francia, el Reino Unido, Estados Unidos, Japón e Israel, con mejor capacitación y equipamiento. La insuficiencia era innegable. La culpa, abrumadora. Muchos juraron que tal fracaso no volvería a repetirse. De esa determinación nació EMERCOM, el Ministerio de Situaciones de Emergencia de Rusia. Se convirtió en una de las agencias de respuesta a emergencias más destacadas del mundo y eventualmente comenzó a desplegar equipos de élite, bien equipados, en desastres internacionales.

Luego, el 25 de enero de 1999, EMERCOM respondió a un terremoto masivo en Armenia —no en la antigua república soviética, sino en una ciudad de Colombia con un nombre inquietantemente similar al que había desencadenado su transformación. Para muchos dentro de EMERCOM, fue como cerrar un círculo. Se habían redimido. De algún modo, habían exorcizado a su propia Omayra Sánchez.

Todos tenemos nuestra propia Omayra Sánchez. No tiene que ser un desastre catastrófico. Puede ser no haber estirado una línea de manguera lo suficiente para proteger una vivienda. Haber pasado por alto un detalle crítico que empeora la condición de un paciente. O haber ignorado algo pequeño que termina en tragedia.

Creo que el Servicio de Bomberos de Londres enfrentó su propia Omayra Sánchez durante el incendio de la Torre Grenfell en 2017, un edificio residencial de 24 pisos que ardió durante 60 horas y cobró la vida de 72 personas. Los bomberos fueron tomados por sorpresa, a pesar de las advertencias de incidentes anteriores como el incendio de Lakanal House en 2009. Esa tragedia ya había expuesto los peligros del revestimiento combustible y los procedimientos de evacuación defectuosos. Sin embargo, no se tomaron medidas significativas. La política de “quedarse en el lugar” no fue cuestionada, y el uso de materiales inflamables en el exterior continuó. La falta de acción costó vidas. A los ojos de muchos, esa noche el Servicio de Bomberos de Londres falló a las personas que debía proteger. Si aprenden y se preparan para situaciones similares, habrán exorcizado a su propia Omayra Sánchez.

Todos cometemos errores. Fallamos, y seguiremos fallando, porque somos humanos. Pero en medio de crisis presupuestarias, políticas incoherentes y obstáculos políticos, debemos mantenernos alerta. Debemos construir servicios de emergencia que aprendan de sus propios errores y de los errores de otros.

La clave está en construir un sistema basado en la inteligencia, que revise respuestas pasadas, analice fallos y fomente discusiones abiertas y honestas. Todos tenemos espacio para mejorar. Todos tenemos algo que perfeccionar.

El objetivo no es la perfección. El objetivo es ser mejores que ayer. Ese es el verdadero poder que tenemos en nuestras manos.

José Musse, Director del Centro de Entrenamiento de Bomberos Profesionales (Fire Training Center of Peru)

New York City

DESASTRES.org

*El Centro de Entrenamiento de Bomberos Profesionales (Fire Training Center of Peru) es una organización independiente de gestión privada, sin afiliación al gobierno peruano ni a ningún servicio oficial de bomberos.

Wednesday, August 6, 2025

Cómo la Privación del Sueño Pone en Peligro la Seguridad de los Bomberos

Por muchos años, especialmente en los departamentos de bomberos profesionales con turnos de 24 horas, el sueño interrumpido y la fatiga persistente han sido simplemente parte del trabajo. Los bomberos han seguido durante mucho tiempo horarios exigentes como el de 24 horas de trabajo por 48 de descanso o el horario Kelly, respondiendo con frecuencia a emergencias nocturnas, cumpliendo responsabilidades en la estación durante el día e incluso trabajando en empleos adicionales durante sus días libres. En los departamentos de bomberos voluntarios, la situación puede ser igual de demandante, muchos miembros responden a alarmas a cualquier hora, incluso después de una jornada completa en sus trabajos regulares.

Sin embargo, en las últimas dos décadas, estudios científicos en campos como la neurociencia y la salud ocupacional han revelado el profundo impacto que tiene la pérdida crónica de sueño en el rendimiento mental y físico. Se ha demostrado que la privación del sueño deteriora la memoria, la toma de decisiones, la coordinación motora y la capacidad para manejar el estrés, todas habilidades esenciales en el escenario de un incendio.

La Dra. Laura K. Barger, investigadora del sueño en la Facultad de Medicina de Harvard, ha señalado: “La privación del sueño en los bomberos no es solo una cuestión de calidad de vida. Afecta directamente su tiempo de reacción, juicio y capacidad para evaluar riesgos durante las operaciones de emergencia.”

Más allá del rendimiento, la privación del sueño se ha relacionado con una serie de problemas de salud graves. La pérdida de sueño a largo plazo y los trastornos del sueño no tratados están asociados con mayores riesgos de hipertensión, diabetes, depresión, obesidad, accidentes cerebrovasculares e infartos.

Fatiga y seguridad operativa

Numerosos estudios confirman que la fatiga tiene un impacto medible en la seguridad. Cuando los bomberos operan con poco o ningún sueño, sus tiempos de reacción pueden ralentizarse a niveles comparables con los de una persona con una concentración de alcohol en sangre entre 0.05% y 0.1% después de haber estado despierta entre 17 y 24 horas. En ese estado, la toma de decisiones se vuelve poco confiable, especialmente bajo estrés. Los bomberos pueden tener dificultades para reconocer peligros, seguir el desarrollo de las condiciones o comunicarse eficazmente por radio. Los accidentes que involucran vehículos de bomberos tienden a aumentar en las primeras horas de la mañana, cuando la alerta mental está en su punto más bajo.

Un estudio importante, publicado en el Journal of Occupational and Environmental Medicine en 2016, encontró que los bomberos con mala calidad de sueño tenían más del doble de probabilidades de lesionarse mientras estaban de servicio. En reconocimiento de estos hallazgos, el estándar NFPA 1500 de la Asociación Nacional de Protección contra Incendios (NFPA, por sus siglas en inglés) enfatiza la importancia del sueño como parte de la preparación operativa. También alienta a los departamentos a desarrollar programas formales de gestión de la fatiga.

El sueño y el juicio en el escenario del incendio

Operar en entornos de alto riesgo y de rápida evolución requiere juicio agudo y agilidad mental. En el lugar del incendio, los bomberos deben tomar decisiones rápidas mientras evalúan peligros impredecibles. Cuando una persona está privada de sueño, su cerebro tiene dificultades para bloquear distracciones, seguir los protocolos bajo presión y adaptarse a cambios inesperados en las condiciones.

El Dr. Charles Czeisler, jefe de la División de Medicina del Sueño del Hospital Brigham and Women’s, ha señalado que la pérdida de sueño deteriora la corteza prefrontal, la región del cerebro responsable de la toma de decisiones complejas. Advierte que la fatiga aumenta el riesgo de que los oficiales pasen por alto indicadores clave del comportamiento del fuego, retrasen órdenes de evacuación o comuniquen de forma incorrecta tácticas críticas.

Hacia estrategias más inteligentes

En respuesta a este creciente cuerpo de investigaciones, muchos departamentos de bomberos han comenzado a adoptar estrategias para gestionar la fatiga de manera más efectiva. Estos esfuerzos incluyen limitar los turnos consecutivos de 24 horas, asegurar un tiempo adecuado de recuperación entre llamadas, permitir siestas cuando sea posible e incluir educación sobre el sueño en los programas de formación para bomberos. Algunos departamentos también han comenzado a utilizar tecnología para monitorear la alerta durante despliegues prolongados, como en incendios forestales.

Organizaciones como la Asociación Internacional de Jefes de Bomberos (IAFC, por sus siglas en inglés) y el Consejo Nacional de Bomberos Voluntarios (NVFC) también están promoviendo el cambio. Recomiendan que los departamentos realicen evaluaciones de riesgo por fatiga y diseñen políticas e instalaciones que respalden hábitos de sueño saludables, desde la rotación de turnos hasta dormitorios silenciosos.
José Musse New York City

¿Quién es tu Omayra Sánchez?

ltimamente, he comenzado mis conferencias sobre preparación para emergencias haciendo una pregunta al público: ¿Quién es tu Omayra Sánchez?

En 1985, Omayra Sánchez, una niña de 13 años, murió tras quedar atrapada bajo los escombros provocados por la erupción del volcán Nevado del Ruiz en Colombia. Permaneció tres días sumergida en el agua, inmovilizada, mientras los rescatistas no lograban salvarla por falta de equipo adecuado. Su agonía fue transmitida en todo el mundo, convirtiéndose en un símbolo desgarrador de tragedia y del fracaso gubernamental, especialmente por no haber actuado ante las alertas tempranas del volcán. Muchos, incluyéndome, vimos en vivo las transmisiones mientras helicópteros sobrevolaban y llegaban expertos en rescate y bomberos. Sin embargo, al final, Omayra murió ante los ojos de millones de personas en transmisiones nacionales e internacionales.

Desde entonces, Omayra Sánchez se ha convertido en un símbolo de lo que ocurre cuando las organizaciones de rescate no logran proteger a sus ciudadanos. Su historia es un doloroso recordatorio de las consecuencias de estar desprevenidos. Las lecciones que extraemos de su muerte subrayan la necesidad urgente de capacitación, preparación y del equipo adecuado para todos aquellos que no quieren tener una tragedia similar en sus manos.
En la década de 1980, un poderoso terremoto sacudió el norte de Armenia, entonces parte de la Unión Soviética, devastando ciudades como Spitak y lo que hoy es Gyumri. En cuestión de segundos, edificios enteros colapsaron. Alrededor de 25,000 personas murieron, más de 15,000 resultaron heridas y aproximadamente 500,000 quedaron sin hogar. Hospitales, escuelas y fábricas quedaron reducidos a escombros. La magnitud del desastre sobrepasó la capacidad de respuesta de los servicios soviéticos de emergencia y provocó un raro momento de apertura durante la Guerra Fría, cuando países tanto del Este como del Oeste ofrecieron ayuda.

Lo que más llamó la atención, sin embargo, fue la vergüenza que sintieron las autoridades rusas al ver llegar equipos de rescate de Francia, el Reino Unido, Estados Unidos, Japón e Israel, con mejor capacitación y equipamiento. La insuficiencia era innegable. La culpa, abrumadora. Muchos juraron que tal fracaso no volvería a repetirse. De esa determinación nació EMERCOM, el Ministerio de Situaciones de Emergencia de Rusia. Se convirtió en una de las agencias de respuesta a emergencias más destacadas del mundo y eventualmente comenzó a desplegar equipos de élite, bien equipados, en desastres internacionales.

Luego, el 25 de enero de 1999, EMERCOM respondió a un terremoto masivo en Armenia —no en la antigua república soviética, sino en una ciudad de Colombia con un nombre inquietantemente similar al que había desencadenado su transformación. Para muchos dentro de EMERCOM, fue como cerrar un círculo. Se habían redimido. De algún modo, habían exorcizado a su propia Omayra Sánchez.

Todos tenemos nuestra propia Omayra Sánchez. No tiene que ser un desastre catastrófico. Puede ser no haber estirado una línea de manguera lo suficiente para proteger una vivienda. Haber pasado por alto un detalle crítico que empeora la condición de un paciente. O haber ignorado algo pequeño que termina en tragedia.

Creo que el Servicio de Bomberos de Londres enfrentó su propia Omayra Sánchez durante el incendio de la Torre Grenfell en 2017, un edificio residencial de 24 pisos que ardió durante 60 horas y cobró la vida de 72 personas. Los bomberos fueron tomados por sorpresa, a pesar de las advertencias de incidentes anteriores como el incendio de Lakanal House en 2009. Esa tragedia ya había expuesto los peligros del revestimiento combustible y los procedimientos de evacuación defectuosos. Sin embargo, no se tomaron medidas significativas. La política de “quedarse en el lugar” no fue cuestionada, y el uso de materiales inflamables en el exterior continuó. La falta de acción costó vidas. A los ojos de muchos, esa noche el Servicio de Bomberos de Londres falló a las personas que debía proteger. Si aprenden y se preparan para situaciones similares, habrán exorcizado a su propia Omayra Sánchez.

Todos cometemos errores. Fallamos, y seguiremos fallando, porque somos humanos. Pero en medio de crisis presupuestarias, políticas incoherentes y obstáculos políticos, debemos mantenernos alerta. Debemos construir servicios de emergencia que aprendan de sus propios errores y de los errores de otros.

La clave está en construir un sistema basado en la inteligencia, que revise respuestas pasadas, analice fallos y fomente discusiones abiertas y honestas. Todos tenemos espacio para mejorar. Todos tenemos algo que perfeccionar.

El objetivo no es la perfección. El objetivo es ser mejores que ayer. Ese es el verdadero poder que tenemos en nuestras manos.

José Musse New York City